1/6/14

Y no te enamoras hasta que a Sabina no le das la razón

"Y no te enamoras hasta que a Sabina no le das la razón" eso pensé cuando empecé a escuchar al poeta invadiendo con sus notas mi caótica habitación.
En la primera canción observé que a mí siempre me ha gustado cantar con la boca llena de palabras que nunca me atreví a decir. Finjir tocar acordes mientras te imagino en mi salón con las sábanas pegadas a la cabeza y la lujuría revuelta por la habitación. Desafinar cuando se tocan los arañazos del pasado.

A la cuarta canción me di cuenta de que no se me daba bien eso del amor. Me enfadé, grité y acusé a Sabina de sentir el escozor de sus canciones en las heridas.
A la novena  descubrí que el motivo de esas indecentes lágrimas, el motivo de mi dolor rencoroso, el motivo de tí, no era más que yo. Así fue como, sin quererlo o sin querer saberlo, libré una batalla de pronombres al son de las canciones del hombre con la voz desgarrada. Tu. Yo. Mio. Tuya.
Un conflicto a escala personal donde no existían vencedores, ni vencidos. Ni si quiera había nada por lo que luchar -pensé tajante e insegura tras escuchar la decimonovena canción.