6/3/14

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Afiló su espada.
Miró al alba.
Lloró un soneto.
Sintió la gélida llama.

Tembló el cielo.
Perdió la batalla.
Se había rendido ante aquellas palabras.
Y comenzó a andar.
Como un caballero errante
con armadura y pluma
con cicatrices y sin corazón.

Los molinos se alejaban
los gigantes la perseguían,
pero a nada temía
pues ya nada perdía.

El cielo tembló
o era ella quizás.

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